Chihuahua encabeza la lista nacional de contagios por sarampión en 2025, pero las autoridades estatales siguen sin tomar acción. La inacción de la Secretaría de Salud de Chihuahua y el desinterés de la gobernadora en turno reflejan una alarmante omisión frente a una amenaza sanitaria que podría evitarse con estrategias básicas de prevención y contención.

El sarampión no es un juego. Es una enfermedad altamente contagiosa que puede provocar complicaciones graves e incluso la muerte, especialmente en niñas y niños menores de cinco años. El hecho de que Chihuahua lidere las estadísticas nacionales de brotes debería haber encendido todas las alertas en el sistema estatal de salud. Sin embargo, a la fecha, no se ha implementado ninguna campaña de vacunación masiva, ni estrategias de información pública, ni medidas preventivas visibles en escuelas, centros de salud o espacios comunitarios.
Mientras tanto, la gobernadora parece más interesada en posicionarse políticamente a través de una guerra sucia mediática contra sus adversarios que en atender una emergencia epidemiológica que ya ha cobrado vidas y mantiene en riesgo a miles de familias.
Especialistas de salud indican que la prevención es la herramienta más efectiva contra enfermedades como el sarampión. Se cuenta con una vacuna segura y efectiva, y con protocolos claros para la vigilancia epidemiológica. Lo que no se observa es voluntad política ni coordinación estatal.
En otros estados, ante el aumento de casos, se han instalado módulos de vacunación en espacios públicos, se ha activado la vigilancia en comunidades vulnerables, y se han desplegado brigadas de salud para identificar posibles brotes. En Chihuahua, reina el silencio institucional.

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