Tiempo robado: hasta cuatro horas diarias en el camión en Chihuahua

En Chihuahua capital, hay ciudadanos que destinan hasta cuatro horas diarias a sus trayectos en transporte público, lo que equivale a medio día laboral perdido. Este fenómeno, cada vez más extendido, deja en evidencia la saturación de rutas, la ineficiencia en los horarios y una infraestructura que no crece al ritmo de la demanda. Lo que en teoría debería ser un servicio de movilidad eficiente se ha convertido, para miles, en una silenciosa penitencia diaria, con impacto directo en su productividad, su salud y su vida familiar.

El problema no es solo el tiempo que se pierde en los traslados, sino la ausencia casi total de información clara y accesible sobre las rutas y sus horarios. En pleno 2025, en Chihuahua no existe un sistema oficial, actualizado y confiable que permita a los usuarios planificar sus recorridos. La mayoría desconoce con exactitud la frecuencia de paso de los camiones, los cambios de ruta o las paradas oficiales; conseguir esa información suele depender del boca a boca o de preguntar directamente al chofer, y muchas veces la respuesta es incierta. En otras ciudades, un teléfono inteligente basta para conocer en tiempo real la ubicación de una unidad; en Chihuahua, esa posibilidad parece lejana.

Cuatro horas al día dentro de un autobús o camión pueden sonar a simple estadística, pero detrás de esos números hay rostros que reflejan agotamiento, resignación y frustración. Padres que madrugan para dejar a sus hijos en la escuela y luego deben atravesar media ciudad para llegar a su trabajo; estudiantes que calculan con margen exagerado sus tiempos para no llegar tarde a clases; trabajadores que, tras largas jornadas, pasan más tiempo en un asiento incómodo que descansando en casa. Ese desgaste constante, esa “corrida contra el reloj”, mina la energía y reduce la calidad de vida.

El retardo cotidiano es también un espejo de una ciudad mal planificada para su gente. Rutas mal distribuidas, unidades insuficientes, frecuencia irregular y una ausencia de prioridad en rapidez y comodidad son síntomas de un sistema que no cumple su función esencial: conectar a los ciudadanos con sus oportunidades de forma digna y eficiente. La movilidad, lejos de ser un motor de equidad, se convierte así en un filtro que margina a quienes no pueden pagar alternativas privadas.

Mientras la ciudad crece en extensión y población, el transporte público parece estancado en modelos del pasado. Sin transparencia en la información, sin modernización tecnológica y sin una reestructuración de rutas acorde a las necesidades reales, los chihuahuenses seguirán regalando horas de su vida al tránsito.

En suma, el transporte público en Chihuahua no solo se traga hasta cuatro horas diarias de sus usuarios: les roba la certeza de llegar a tiempo, la posibilidad de planear su día y el derecho a moverse por su ciudad con la misma información y eficiencia que otras urbes ya consideran básicas. Urge repensar las rutas, implementar sistemas de información abiertos y precisos, y renovar el marco operativo para que esas horas, hoy devoradas por la espera y el trayecto, se conviertan en tiempo vivido, productivo y plenamente aprovechado.

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